La provincia de Gerona ofrece todo un viaje por el tiempo a través de villas que han sabido mantener el encanto que desprenden desde hace siglos calles y rincones, murallas y fortalezas. Lo suyo es caminar despacio por estos pueblos y descubrir aquí y allá callejones escondidos y plazas rebosantes de historias. Lo mejor: la Costa Brava se divisa en el horizonte.
Begur
Erguido sobre una roca, el castillo de Begur, del siglo XI, ofrece unas fantásticas vistas sobre la costa. Habrá que hacer un esfuerzo para llegar hasta él, ya que el camino se empina bastante si seguimos el sendero que parte de la Torre de Sant Ramon, una de las cinco torres de defensa construidas aquí mismo hace 500 años para proteger el litoral de posibles ataques piratas. El casco antiguo nos espera después, con sus callejones casi imposibles y plazas en las que se despliegan animadas terrazas. De su patrimonio urbano destacan las casas de aquellos indianos que, en su día, cruzaron el Atlántico para hacer fortuna en el continente americano.
PALS
“Pals no merece una visita sino cien”. Quien así habla es Josep Pla, que da nombre al mirador desde el que podremos contemplar la llanura ampurdanesa, presidida por el macizo del Montgrí con las islas Medes al fondo. Mirar es algo obligado en esta villa medieval, repleta de callejuelas, en las que conviven en armonía los estilos románico, gótico y barroco, y rincones donde los maestros picapedreros dejaron su huella en relieves, arabescos y verjas forjadas. Las murallas abrazan la antigua ciudad, con su iglesia y su Torre de las Horas, uno de los pocos recuerdos que quedan en pie del castillo.
MONELLS
Si en el siglo XIII Monells gozó de cierta pujanza económica fue gracias a que aquí se celebraba un importante mercado de cereales. Por este motivo el rey Jaime dictaminó en el año 1234 que sería su “mitgera” la que se usara como medida oficial en toda la diócesis gerundense. Una réplica de esa antigua unidad, un bloque de piedra caliza con dos aberturas para que pudiera bajar el trigo, puede verse entre dos arcos de la Plaza Mayor, uno de los muchísimos lugares con encanto de esta villa, junto a la calle des Arcs o la Plaza de l’Oli. En el barrio de la Riera se alza la iglesia gótica, aunque de fachada barroca, de Sant Genís.
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PERATALLADA
El foso excavado en la roca que circunda la villa da nombre a la que es una de las localidades medievales mejor conservadas de Cataluña. También una de las mejor fortificadas, con tres recintos de muralla, en el primero de los cuales se alza, justo en el centro, el castillo, del siglo XI, que aún conserva una fachada gótica y una magnífica Torre del Homenaje. Peratallada mantiene su aspecto feudal, con calles irregulares y estrechas, llenas de entrantes y salientes, en las que aparecen por aquí y por allá tiendas de artesanía. Fuera de las murallas, la iglesia de Sant Esteve es un excepcional ejemplo del estilo románico tardío en Gerona.
PALAU-SATOR
En la parte derecha del río Daro. Ahí se emplaza esta preciosa villa medieval, con un recinto amurallado algo inclinado al que podemos acceder por la calle Portal, pasando primero por su principal monumento, la Torre de las Horas, románica, de 20 metros de altura, que formaba parte del antiguo castillo. En su reloj solar podemos leer: “Només compto les hores serenes” (Sólo cuento las horas serenas). Muy cerca abre sus puertas el Museo Rural del Mas Po, con herramientas y máquinas propias del campo que nos ayudarán a entender la vida del payés. Extramuros encontramos la iglesia de Sant Pere, del siglo XIII.
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LA PERA
Un viaje por el tiempo. Eso es lo que nos proponen las estrechas calles de este municipio en lo alto de una colina sobre la que se asientan, de forma escalonada, las casas de sus apenas 500 vecinos. Preside el conjunto la iglesia de Sant Isidor. Pero el verdadero encanto de La Pera hay que buscarlo a un kilómetro, en Púbol, en el mismo término municipal. En los años 60 del pasado siglo Salvador Dalí compró el castillo, del siglo XI, para que viviera en él su esposa y musa, Gala, que hoy está enterrada en la cripta. El jardín es pura fantasía, con estatuas de elefantes y una piscina con bustos de Richard Wagner.
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MADREMANYA
Nos salimos un poco del Baix Empordà, pero solo lo justo, ya que Madremanya, en la comarca del Gironés, bordea sus límites. Elevado sobre una colina, el casco antiguo llama la atención ya desde lejos, presidido como está por la iglesia fortificada de Sant Esteve, alrededor de la cual se distribuyen las casas, construidas en su mayoría durante los siglos XVI y XVIII. El templo, románico, de una sola nave, cuenta con un ábside semicircular y una torre-campanario renacentista. Aún se conservan dos de las principales entradas a las murallas que permiten el acceso a este pueblo de cuento.
Fuente : Viajes