La atracción de inversión extranjera es uno de los motores de la economía española. Su peso relativo sobre el empleo supone 1,1 millones de puestos de trabajo y también más del 40% de las exportaciones. No obstante, también en línea con la evolución de la inversión productiva tras la pandemia, los flujos de inversión neta apenas despega en la comparativa con los niveles pre-Covid. De hecho, en el primer semestre se observó un descenso del 25% del indicador de inversión. Lo que pase con la evolución de este motor económico depende en gran parte de la confianza que genere el país y sus instituciones: el propio Gobierno, sus actuaciones y la seguridad jurídica y estabilidad que establezca.
La inversión extranjera productiva en España durante el primer semestre -últimos datos actualizados por el Ministerio de Industria, Comercio y Turismo- alcanzó los 11.996 millones de en términos brutos, reduciéndose un 26,6% respecto al mismo periodo del año anterior, y 8.196 millones en términos netos, una reducción similar (del -26,8%, en concreto). Estos importes mencionados se sitúan, sin embargo, en la media del quinquenio para el caso de la inversión bruta y un 7,6% por encima de dicha media para el caso de la inversión neta.
“Las inversiones extranjeras nos ofrecen distintas perspectivas: de la situación económica global y del país en cuestión, de la confianza que ofrece a los inversores, de la solidez de su moneda, de la bondad de sus infraestructuras, de la calidad de su mano de obra, de la seguridad jurídica que ofrece el lugar donde se invierte, de la posibilidad de repatriar beneficios y capital”, explica Bankinter.
“Conviene tener muy en cuenta dos datos, empleos y exportaciones, para valorar en toda su dimensión la importancia de la inversión extranjera. Es responsable de 1,1 millones de empleos y del 43,6% de las exportaciones”, añaden desde la entidad bancaria.
Escepticismo
Fuentes empresariales consultadas por este medio apuntan a que la desconfianza genera inestabilidad, también en lo referente a la inversión. El mercado se basa en la confianza de los inversores, y la confianza reflejará el atractivo de España según ocurra en los próximos meses. De momento, la última encuesta del Bank of America relega a España al farolillo rojo en cuanto a confianza, por detrás de Italia, tras la incertidumbre política arrastrada desde verano.
En todo caso, la prudencia del sector financiero es lo que manda en la banca. Fuentes financieras consultadas evitan pronunciarse hasta conocer los próximos pasos, cuando se conocerán los nombres políticos al mando de carteras clave. “Todo lo que suponga una erosión de las instituciones, separación de poderes y seguridad jurídica de los pasivos será percibido como mayor deterioro de esta calidad institucional y buen hacer para los negocios y la inversión”, explican desde el sector.
“El contexto económico y geopolítico hace aflorar un sentimiento de aversión al riesgo y empeoramiento de la confianza de los empresarios, que se puede reflejar todavía más en la inversión”, rezaba el último informe de CEOE, publicado antes de conocer los acuerdos políticos para la investidura del nuevo presidente, del Gobierno Pedro Sánchez. Una declaración que recalca los deseos de estabilidad económica.
Dependencia de los ‘Next Gen’
Las perspectivas de mejora de la inversión, en un contexto de elevada incertidumbre y endurecimiento de las condiciones de financiación, descansan “de manera crucial” en el supuesto de un paulatino despliegue del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, “que de momento se percibe claramente en las licitaciones de obra pública y que compensaría el menor avance de la inversión residencial y de la inversión de las empresas asociado a la persistencia de niveles de incertidumbre elevados y al incremento de los costes de financiación“, destacaba la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF) en su informe presupuestario presentado a finales de octubre.
El consenso de los economistas que recoge Funcas en su panel de previsiones tiene varias lecturas. En lo referente a la inversión productiva –medida con la formación bruta de capital fijo–, pasará de crecer un 1,9% a hacerlo un 2,7% el próximo.
Sin embargo, esto dejará la inversión total de este factor en el mismo nivel que hace cuatro años, recuperando el golpe de la pandemia en 2024. Evidencia de que los fondos europeos, el tractor de la economía española para los próximos años, están llegando con cuentagotas a la economía real.
La otra lectura es el pesimismo doble para 2023 y 2024. En el panel de previsiones participan los 19 principales servicios de estudios. De ellos, 14 empeoran la inversión prevista este curso y otros 15 hacen lo propio con los datos proyectados para el próximo ejercicio. Lo que pase con la inversión y la atracción de capital extranjero, por tanto, quedará a merced de la seguridad que genere España.
Fuente: El Economista